Desfase de las instituciones educativas

Por: Ana Helvia Quintero

Profesora UPR-RP

Año 2006

En la búsqueda de alternativas educativas para jóvenes desertores nos topamos con varios escollos en la cultura escolar. Estos escollos se hacen más evidentes al buscar posibilidades para los jóvenes desertores, pero igualmente afectan la experiencia de todos los estudiantes. Uno de estos es el desfase de la cultura escolar con la vida cotidiana de los estudiantes. No hay duda que la escuela ha cambiado, pero no al ritmo, ni a tenor con los cambios culturales, provocados por la tecnología y las nuevas visiones de mundo y del conocimiento. Así la cultura escolar se hace cada día más ajena a la realidad de los jóvenes. 

            Esta situación no es peculiar a Puerto Rico. El educador catalán Joan Ferrés en su libro Educar en una cultura del espectáculo presenta esta misma realidad en el caso de España. Nos dice: “Cualquier educador con un mínimo de sensibilidad debe inquietarse ante la alarmantes cotas de fracaso escolar que se están produciendo en España. Estadísticas recientes revelan que uno de cada tres alumnos (33%) de la enseñanza secundaria obligatoria fracasa en sus estudios y los abandona sin obtener el grado escolar... Por esto, tal vez hubiera que hablar del problema del fracaso de la escuela más que del problema del fracaso escolar... Tal vez no sea en el alumno sino en la misma institución escolar donde haya que buscar soluciones...tal vez el fracaso escolar se deba a la incapacidad de la escuela a tender puentes con la cultura y con los intereses y capacidades de las nuevas generaciones”

Ferrés presenta un análisis muy interesante en la búsqueda de tender puentes entre la escuela y los jóvenes de hoy. Él plantea que mientras el joven vive en la  cultura del espectáculo, la escuela trabaja en la cultura del libro. En la cultura de hoy las tecnologías de la comunicación juegan un papel muy importante. En estas tecnologías las imágenes y los sonidos tienen mayor relieve que el texto y el discurso. Los medios audiovisuales son  multisensoriales, afectan más los sentidos que el lenguaje escrito. Ferrés plantea, “En la comunicación escrita los significantes son abstractos y en este sentido tan solo tienen valor como mediación, como paso previo e inevitable en el camino hacia el significado. En la comunicación audiovisual, en cambio, los significantes son concretos y tienen un valor autónomo en sí mismo”. Esta tendencia a dar prioridad a lo concreto en la comunicación audiovisual lleva a dar mayor importancia a lo material, a la apariencia, a lo que se puede ver y oír.

La cultura del espectáculo también privilegia lo emotivo. Si bien, las emociones pueden transmitirse mediante la palabra escrita y hablada, hay que poder comprender el mensaje de la palabra para poder captar y sentir las emociones. En el lenguaje audiovisual las emociones no tienen que pasar por el intelecto; llegan directamente a través de los sonidos, las formas, colores y movimiento. En resumen, mientras la cultura del libro privilegia una representación del mundo de carácter conceptual, estático, analítico y reflexivo, la cultura del espectáculo tiende a privilegiar una representación del mundo concreta, dinámica, sensitiva y emotiva. La cultura del espectáculo ha ido permeando las diversas esferas de la sociedad, y por ende de la vida cotidiana, a expensas de la cultura de la palabra escrita y del discurso. La política, por ejemplo, en el pasado ámbito del discurso hablado y escrito, hoy se desarrolla con toda clase de artificios de la imagen, en escenarios que apelan directamente a la emoción y a la imagen.

Si bien la escuela tiene que cambiar para integrar elementos de esta nueva cultura, también es cierto que tiene que mantener su  valoración de lo conceptual, lo analítico y lo reflexivo, por su aporte al desarrollo del conocimiento y de alternativas para mejorar nuestra sociedad. Ahora bien, ¿cómo tender un puente para que los estudiantes, que viven en la prisa, en lo sensual, en lo inmediato, dediquen más tiempo el análisis, la reflexión, el desarrollo de metas a largo plazo?  Al universitario de hoy, que también vive en la cultura del espectáculo,  ¿cómo invitarlos a unirse a la tradición de los saberes que requiere del sosiego, la reflexión y el análisis conceptual?

La actitud más generalizada ante el desfase de la escuela y la universidad con la juventud, es  echarle la culpa al estudiante: son vagos, desinteresados, con enormes lagunas de conocimiento. Se arguye que es necesario subsanar sus deficiencias académicas mediante programas remediales donde estudian por enésima vez las competencias y conocimiento que entendemos son necesario adquirir. La experiencia nos muestra que estas prácticas educativas no logran los resultados deseados. La mayor parte de los cursos remediales nada remedian. Nos debemos preguntar, ¿por qué? 

Para comenzar, si bien es cierto que los estudiantes muestran desinterés y falta de esfuerzo en gran parte de sus cursos, también es cierto que estos mismos jóvenes se esfuerzan y trabajan incansablemente por ganar unos ingresos a través de diversos empleos. Así es que no son vagos, ni desinteresados, sino que los programas educativos no son de su interés ni pertinencia. Uno de los grandes retos para los educadores hoy es buscar formas de tender puentes entre la cultura en la que viven estos jóvenes y la cultura del estudio, el análisis y la reflexión. Para poder tender puentes es necesario estar atentos a los resultados de la psicología cognoscitiva, los cuales confirman en forma experimental la sabiduría de muchos antiguos filósofos; para comunicarnos tenemos que partir de la realidad de la persona con quien queremos entablar un diálogo. 

Por tanto si queremos que los jóvenes de hoy se integren el análisis y la reflexión tenemos que establecer sintonía con ellos. De nada vale que realicemos un brillante análisis conceptual si nuestros receptores están en otra onda. De nada vale que tratemos de convencerlos con una lógica implacable, si viven con otra lógica. Tenemos que comenzar por conectar con ellos. Para esto es preciso que los conozcamos, que reconozcamos sus capacidades y limitaciones, sus intereses, preocupaciones y deseos.

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