El currículo de la socieDAD
Por: Ana Helvia Quintero
Profesora UPR-RP
Año 2004
El comienzo de un nuevo año siempre está lleno de reflexiones y de esperanzas. En nuestra vida personal reflexionamos sobre nuestras actuaciones, metas y prioridades, con la esperanza de mejorar. Como pueblo debemos también reflexionar sobre nuestra calidad de vida y cómo podemos mejorar la misma. Es evidente que la sociedad puertorriqueña pasa en la actualidad por una profunda crisis, que se evidencia, por ejemplo, en el alto índice de criminalidad y de violencia. Ahora bien, no me refiero solamente a la violencia que surge del mundo del crimen, sino a la que se manifiesta de día a día; en nuestros hogares, en nuestro trabajo, en la forma adversarial y de conflicto que se resuelven la mayor parte de nuestras diferencias, inclusive en la forma como organizamos nuestro desarrollo urbano que violenta nuestro ritmo de vida y la salud del ambiente. Reducir todas estas manifestaciones de la violencia es una tarea que tenemos que emprender en todos los ámbitos de nuestro quehacer.
La historia nos demuestra que con frecuencia en momentos de crisis la sociedad espera que la escuela ofrezca la solución a la mayoría de los problemas sociales que la agobian. Así, por ejemplo, se espera que la escuela juegue un papel principal en el desarrollo de actitudes no violenta en los jóvenes. Le otorgamos a la escuela una tarea que va más allá de sus posibilidades. Pensar que la escuela puede desarrollar por sí sola unos valores de convivencia ignora que el estudiante recibe más formación y deformación fuera de la escuela mediante el “currículo de la sociedad”.
Por lo regular, cuando hablamos de educación nos referimos a la escuela y olvidamos que la educación se da en muchos contextos, por ejemplo: a través de los medios de comunicación, en el lugar de trabajo, en la comunidad. De hecho, en la mayoría de las actividades que se llevan a cabo en la vida diaria, vale decir, en casi toda actividad humana colectiva de nuestra sociedad, se presentan situaciones que nos educan, son parte del “currículo de la sociedad” que va formando a los niños y jóvenes. Así todos debemos hacer un acto de reflexión y analizar si estamos aportando a un currículo para la paz o uno para la violencia.
En las propias escuelas debemos analizar si nuestras acciones fomentan un ambiente de paz. Creo firmemente en el valor del ejemplo, así pienso que no hay nada como el ejemplo para el desarrollo de valores que promuevan la convivencia y la paz. De hecho, al visitar escuelas que no tienen problemas de violencia observamos que el ambiente de trabajo es ejemplo de la buena convivencia. Los maestros y el director forman una comunidad de aprendizaje donde comparten ideas, reflexiones y juntos buscan soluciones. Es necesario que trabajemos en esta dirección. Ahora bien, según se evidencia en las discusiones sobre la educación pública del país en la Cumbre Social celebrada el pasado año, en las escuelas prevalece un clima adversarial entre maestros y director, e inclusive, entre los maestros de diferentes gremios magisteriales, lo cual genera actitudes que dificultan la formación de la comunidad que apoyen un ambiente de paz. Una condición indispensable para lograr el clima de convivencia y colaboración es que se enaltezca la posición del maestro creando condiciones de trabajo que respeten su profesionalismo. Las agrupaciones magisteriales deben luchar por este fin. Ahora bien, a la par deben enfocar más sus acciones en promover una buena convivencia en las escuelas.
Claro está, el fomentar la buena convivencia en las escuelas no es tarea única de las organizaciones magisteriales. La gerencia escolar tiene un papel muy importante en este proceso. Muchos de los estilos gerenciales más corrientes, que se basan en el control y las directrices uniformes, no son los más adecuados para atender la gran diversidad del ambiente escolar. El tratar de imponer soluciones uniformes a situaciones diversas lleva a violentar a los actores que conocen su realidad particular. Un reto que tienen los niveles gerenciales del sistema es desarrollar una organización administrativa más ágil y atenta a la realidad cotidiana. Actualmente el Departamento de Educación lo caracteriza una organización administrativa obsoleta que más que prestar apoyo es un obstáculo a muchas buenas iniciativas, tanto las que surgen en las escuelas como las que surgen del propio nivel central. Se requiere un tipo de organización que incorpore a los participantes más cercanos a la práctica en el diseño de las alternativas educativas, promoviendo y facilitando las iniciativas de las escuelas. El que, dentro de unos lineamientos generales, cada escuela trabaje en desarrollar su propio modelo, no sólo permite que se atiendan los problemas particulares de esa comunidad escolar, sino que fomenta el sentido de pertenencia con el modelo lo cual apoya a una actitud constructiva de parte de la comunidad escolar.
En todos los ámbitos de nuestro quehacer es necesario ir construyendo ambientes que fomenten la paz. En esta tarea tenemos todos que hacer un acto de reflexión y analizar si nuestras acciones están trabajando en esa dirección. Si no, ¿qué pensarán los jóvenes de nosotros si le hablamos de la mediación de conflictos en forma armoniosa, pero nosotros nos insultamos y resolvemos nuestras diferencias en forma adversarial? ¿Qué dirán del respeto a la dignidad del ser humano si observan que se imponen alternativas sin respetar el conocimiento de los actores en la acción? ¿Qué dirán de nuestras lecciones de justicia, cuando sólo estamos por defender nuestros intereses, ya sean políticos, o de grupo de interés?
El currículo principal que tenemos que cambiar es el currículo de la sociedad, el que enseñamos día a día con nuestras acciones. Coincido con las palabras del Monseñor Roberto González el Jueves Santo del año 2002: “La vida pública, política y familiar en Puerto Rico se ha convertido en un campo de batalla lleno de recriminaciones, venganzas y ambiciones que destruyen nuestra calidad de vida”. Cambiemos esas realidades y verán como la violencia en nuestras escuelas mejoran sustancialmente.