Nuevas metáforas para la organización administrativa
Por: Ana Helvia Quintero
Profesora UPR-RP
Año 2010
Hay un consenso general de la necesidad de desarrollar para el sistema educativo una estructura administrativa ágil y eficiente. Al igual que es necesario un cambio en la concepción sobre el aprendizaje y la enseñanza, es necesario una transformación en los principios y metáforas que guían la organización administrativa para adecuarla a la realidad educativa.
Corrientemente se concibe el sistema educativo como si este fuese homogéneo y predecible. Bajo esta concepción se entiende que la política educativa se puede traducir al sistema a través de directrices homogéneas. La organización administrativa del DE corresponde a esta interpretación: a partir de la política educativa el Secretario(a) instituye, a través de las cartas circulares, las directrices a seguir en los diversos niveles del sistema. La investigación y la experiencia muestran lo equivocado de este enfoque. En la práctica se observa que los procesos de aprendizaje y enseñanza se dan en ambientes diversos, llenos de contingencias, que requieren emplear una pluralidad de estrategias. No se puede predecir, ni reglamentar de antemano todas ellas. Por esto, la ineficiencia de las reglas y certificaciones que emite el DE, las mismas están muy distantes de la realidad del salón de clase. Además, los maestros no cambian sus estrategias de enseñanza solo por leer una nueva directriz. Se requiere que se convenzan de la misma al observar y explorar en la práctica cómo esta directriz mejora el aprendizaje. Así, para que el DE apoye la educación, es necesario que acepte la ambigüedad de la tarea educativa y la necesidad de aprender de la práctica para ir construyendo alternativas. La organización administrativa tiene entonces que responder a esta realidad. En lugar del desarrollo en masa de un modelo único, el DE debe trabajar en elaborar un ambiente de aprendizaje que permita a cada escuela aprender de su realidad, compartir entre los miembros de la comunidad escolar prácticas exitosas, así como con otras escuelas y con las universidades.
Otra de las realidades de la tarea educativa es su complejidad. En los ambientes complejos es necesario el trabajo en equipo. Así, el DE debe dejar atrás la idea de una organización que realiza todas las tareas y convertirse en una organización que coordina y da dirección a diversas iniciativas hacia una visión común. En otras palabras, el nivel central del DE debe ser una organización pequeña cuyo papel principal sería desarrollar la visión para el sistema educativo, coordinar los esfuerzos para lograrla y evaluar tanto el progreso de la implantación de la visión como la necesidad de hacer ajustes o cambios en la misma, a medida que aprende de la práctica. Crearía entonces múltiples vínculos para desarrollar su agenda de trabajo. Por ejemplo, las tareas de mantenimiento de las estructuras físicas, la alimentación y transportación de los estudiantes se harían en colaboración con los municipios. El desarrollo del currículo lo haría en alianza con las universidades. El desarrollo de un ambiente de aprendizaje en las escuelas lo haría en colaboración con los distritos. La atención del desarrollo integral del estudiante lo haría en coordinación con otras agencias gubernamentales como el Departamento de Salud, de la Familia, de Recreación, así como con grupos de la comunidad.
A partir de esta visión del DE, se debe entonces reformular los procesos administrativos de manera que se agilice y mejore la atención al proceso de enseñanza y aprendizaje que es la médula del sistema.